viernes, 9 de abril de 2010

Explicando la muerte a los niños

La muerte es una situación difícil de explicar a los niños, creo que es más complicado de explicar para los adultos que para los pequeños comprender. Para ellos las cosas son como se las contamos aunque ciertamente no dejarán de preguntar hasta ellos mismos encuentren sentido en nuestras respuestas, así lo hagan veinte veces. La webdelbebe.com trata este tema y nos da una idea de cómo hablar de la muerte con los niños.

Cómo explicar la muerte a los niños

Este es un tema que ningún padre quisiera tocar con sus hijos, sobre todo si estos son aún pequeños, muchas veces, por querer evitar el sufrimiento, se ensayan mentiras o verdades a medias, que a la larga son contraproducentes, ya que pueden generar confusiones e incluso traumas difíciles de superar. Es por esto muy importante el saber tratar estos temas porque los niños pueden entender la muerte.

Para comenzar, se debe decir la verdad, pues el niño siente lo que sucede a su alrededor, el dolor y tristeza que embarga a la familia, aunque no siempre lo entiende. Frases como que “el abuelito se ha ido de viaje” o que “el perrito se escapó” no son adecuadas porque puede suceder que cuando un pariente o amigo en realidad se vaya de viaje, el niño lo asocie con el dolor y la consternación que causó el fallecimiento de alguna persona y termine desarrollando temor a los viajes.

Al explicar el concepto de muerte, se debe utilizar un lenguaje claro y sencillo, sin entrar en demasiados detalles (como por ejemplo nombrar los síntomas o daños que produce determinada enfermedad), permitiendo e incentivando al niño que haga preguntas y tratar de responderlas de manera simple, evitando analogías que puedan confundirlo (por ejemplo, decir que un familiar o amigo “está durmiendo”, puede generar la impresión errada de que ellos mismos pueden morir si se van a dormir). Muchas veces los niños responden más a la tristeza que observan en los padres, que ante el fallecimiento en sí. Algunas veces también pueden llegar a desarrollar sentimientos de culpa ante lo acontecido, por lo que es importante dejar en claro que lo sucedido es sólo una parte del ciclo de la vida, y que no es culpa de ellos el suceso en sí o la tristeza que éste genera. Siempre es bueno reforzar el concepto de que los queremos sin importar las circunstancias.

Otro punto importante es el de dejar que el niño exprese libremente sus emociones una vez conocido el hecho. No es bueno imponerle que actúe de determinada forma (“tienes que llorar”), ni tampoco lo es reprimirle reacciones (“no llores tanto”). Hay que observar cuáles son sus reacciones y tratar de ayudarlo a entender un poco más lo sucedido. Los niños reaccionarán de diferentes maneras, dependiendo de su edad, de la cercanía con la persona fallecida, de las circunstancias de la muerte (en el caso de una enfermedad, se puede ir “preparando” al niño), etc.

Los niños de menos de 6 años usualmente tienen un concepto relativo de la muerte. Lo ven como algo temporal o reversible, por lo que es conveniente ser pacientes y ser reiterativos en explicar que una persona muerta no va a volver a la vida. Esto puede sonar bastante duro, pero debido a que en esta etapa de su crecimiento los niños toman muchas cosas literalmente, si les decimos que el difunto se ha ido de viaje, o que está durmiendo, puede ser que involuntariamente estemos alimentando temores y miedos infundados.

En los niños de 6 a 9 años, el concepto de muerte es más claro y definido. Están concientes de que es algo definitivo y manifiestan temores concretos, asociados fundamentalmente a que si esto puede pasarles a ellos, si ellos son en alguna medida responsables de lo sucedido y de cómo les afectará en el futuro la ausencia de un familiar cercano. Cualquiera sea el caso, la comunicación con el niño es vital, y debido a que ya tiene edad para entender mejor estas situaciones, podremos explicar mejor lo sucedido y reaccionar mejor ante sus respuestas y reacciones. Estas pueden ser diversas, pero deben servir como una válvula de escape, pues de quedar contenidas, pueden generar cuadros depresivos a futuro.

Para algunos especialistas, incluso es conveniente que el niño asista a los servicios funerarios (velorio y entierro), aunque previa explicación de lo que va a ver en dichos eventos. Esta presencia puede ser contraproducente si se espera que se presenten escenas desgarradoras (por ejemplo si se trata de una muerte totalmente inesperada, por un accidente, etc), por lo que en estos casos no se recomienda la presencia del niño, pues probablemente se confunda y/o asuste.

La muerte es un asunto difícil incluso para los adultos. Por ello algunos padres buscan evitar tocar siquiera el tema, con lo que pueden estar contribuyendo a generar dudas, temores y traumas en los pequeños. En caso los padres se sientan no capacitados para explicar estos conceptos, simpre se puede recurrir a profesionales o publicaciones que pueden ayudar, aunque siempre será más conveniente que sea un ser querido quien trate estos temas, pues reforzará los vínculos afectivos con el niño y le ayudará a sobrellevar este amargo trance.


Los niños van a hacer preguntas muy específicas que han de responderse y deben ser muy bien pensadas antes de hablar con los pequeños, apoyarnos en nuestras creencias religiosas (si el niño ya ha empezado a tener formación de ella) les facilita el entender algunos conceptos. Con guiainfantil.com complementamos este tema:

¿Qué es morir?
Morir es terminar de vivir. Las explicaciones como " se fue", " está en el cielo ", "lo perdimos" o " desapareció", no son tranquilizantes si no se les explica claramente que de lo que se trata es del final de una vida.

¿Tú te vas a morir? ¿ Y yo? ¿ Cuando?
No debemos engañarles diciendo " cuando seamos viejitos". Sabemos que lamentablemente no es siempre así: mueren bebés, niños, jóvenes, adultos y viejos. Morimos cuando se nos acaba la vida. Todo lo que nace, muere. Hasta aproximadamente los 6 años de edad, los niños no se angustiarán con el tema de la muerte. Hablarán con naturalidad y, después de obtener la respuesta que buscaban, continuarán con su almuerzo, su juego o su película. Nos angustiamos los adultos. Como notamos en los ejemplos citados, los niños necesitan saber que el cuerpo sin vida queda en el cementerio, donde están las tumbas y en un lugar está escrito el nombre, apellido, fecha de nacimiento y de fallecimiento "de la persona que murió". Allí se puede ir a recordarlos. Una inquietud recurrente en los niños y en todo ser humano.

¿Qué queda de los muertos?
Algunos hablarán del alma (cuidemos las expresiones a fin de que el niño no la busque en un lugar físico y concreto, temiendo su aparición). Otra manera de responder podría ser:"quedan las fotos, los recuerdos, todo lo que nosotros y aquellos que lo conocieron contamos de él, quedan las imágenes que tenemos de los momentos compartidos junto a él y queda la marca que dejó en nuestras vidas ".

Antes de terminar es importante señalar que cuando los niños no hacen preguntas acerca de la muerte de un ser querido, no significa que no las tengan. Ellos perciben que formularlas abiertamente provocaría angustia e incomodidad en los adultos. Si de esto no se habla, aparecen síntomas (físicos y psíquicos) de distinta gravedad.
La verdad puede ser triste, pero ignorarla, enferma.

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